LA DUQUESA JOB | MY LITTLE DUCHESS |
Manuel Gutiérrez Nájera | trans. Timothy Adès |
En dulce charla de sobremesa, mientras devoro fresa tris fresa y abajo ronca tu perro Bob, te haré el retrato la duquesa que adora a veces el Duque Job. No es la condesa que Villasana caricatura, ni la poblana de enagua roja, que Prieto amó no es la criadita de pies nudosos, ni la que sueña con los gomosos y con los gallos de Micoló. Mi duquesita, la que me adora, no tiene humos de gran señora; es la griseta de Paul de Kock. No baila Boston, y desconoce de las carreras el alto goce, y los placeres del fíve o'clock. Pero ni el sueño de algún poeta, ni los querubes que vio Jacob, fueron tan bellos cual la coqueta de ojitos verdes, rubia gibeta que adora a veces el Duque Job. Si pisa alfombras, no es en su casa, si por Plateros alegre pasa y la saluda Madam Marnat, no es, sin disputa, porque la vista; sí porque a casa de otra modista desde temprano rápida va. No tiene alhajas mi duquesita, pero es tan guapa, y es tan bonita, y tiene un cuerpo tan v'lan, tan pschutt; de tal manera trasciende a Francia que no igualan en elegancia ni las clientes de Hélène Kossut. Desde las puertas de la Sorpresa hasta la esquina del Jockey Club, no hay española, yanqui o francesa, ni más bonita, ni más traviesa que la duquesa del duque Job. ¡Cómo resuena su taconeo en las baldosas! ¡Con qué meneo luce su talle de tentación! ¡Con qué airecito de aristocracia mira a los hombres, y con qué gracia frunce los labios - ¡Mimi Pinson! Si alguien la alcanza, si la requiebra, ella, ligera como una cebra, sigue camino de almacén; pero ¡ay del tuno si alarga el brazo! ¡nadie le salva del sombrillazo que le descarga sobre la sien! ¡No hay en el mundo mujer más linda! ¡Pie de andaluza, boca de guinda, esprit rociado de Veuve Clicquot; talle de avispa, cutis de ala, ojos traviesos de colegiala como los ojos de Louise Théo! Agil, nerviosa, blanca delgada, media de seda bien restirada, gola de encaje, corsé de ¡crac!, nariz pequeña, garbosa, cuca, y palpitantes sobre la nuca rizos tan rubios como el coñac. Sus ojos verdes bailan el tango; ¡nada hay más bello que el arremango provocativo de su nariz! Por ser tan joven y tan bonita, cual mi sedosa, blanca gatita, diera su paje la emperatriz. Ah! tú no has visto cuando se peina, sobre sus hombros de rosa reina caer los rizos en profusión! Tú no has oído qué alegre canta, mientras sus brazos y su garganta de fresca espuma cubre el jabón! ¡Y los domingos! ... ¡Con qué alegría oye en su lecho bullir el día y hasta las nueve quieta se está! ¡Cuál se acurruca la perezosa, bajo la colcha color de rosa, mientras a misa la criada va! La breve cofia de blanco encaje cubre sus rizos, el limpio traje aguarda encima del canapé altas, lustrosas y pequeñitas, sus puntas muestran las dos botitas, abandonadas del catre al pie. Después, ligera, del lecho brinca. ¡Oh quién la viera cuando se hinca blanca y esbelta sobre el colchón! ¿Qué valen junto de tanta gracia las niñas ricas, la aristocracia, ni mis amigas de cotillón? Toco; se viste; me abre; almorzamos; con apetito los dos tomamos un par de huevos y un buen bistec, media botella de rico vino, y en coche juntos, vamos camino del pintoresco Chapultepec. Desde las puertas de la Sorpresa hasta la esquina del Jockey Club, no hay española, yanqui o francesa, ni más bonita, ni más traviesa que la duquesa del duque Job. |
Table-talk. Good jokes and speeches. I devour a dish of peaches over your snoring pug-dog, 'Probe'. Here's a portrait of the duchess now and then worshipped by Duke Job. Not the Villasana countess, nor the wench whose scarlet flounces broke Prieto, slyly drawn; not the knobbly-footed maid, not one Micoló portrayed, dreaming of dandies, passion's pawn: My little duchess, who adores me, lacks a great lady's airs and graces; she's the grisette of Paul de Kock. She doesn't dance Bostons, and ignores the high delight of going to the races and the joys of le five o 'clock. Lovelier dream than any bard had celebrated round the globe, or cherubim that Jacob studied: such is the cheeky green-eyed redhead now and then worshipped by Duke Job. Out and about, she treads deep pile, goes through Swan & Brown in style, 'moddomed' by Madame Pontoon. Not that she's investing there: chez some other couturiére she's expected, sharp at noon. My little duchess has no objets d'art, she's sensational, she's frabjous, she's va-va-voom, she's rooty-toot: there is no dame á la mode in France matches her chassis for élégance, even chez Mme Héléne Kossut. Nowhere, from La Sorpresa's entry to the steps of the Jockey Club, is there a Spanish, French, or Yankee lass of such dazzle, dash and duende as the duchess of Duke Job. Drumming heels along the tiles! Flashing figure that beguiles with a marked undulación! Blueblood's air as she surveys passing men; she pouts with grace worthy of Mimí Pinsón. If some wheedling oaf waylays her, she keeps shopping, my duquesa, lithe as lynx or zebra foal. Woe betide if she lets fly, biffs him one above the eye with avenging parasol! There's no woman fine as she. Spanish instep, bel esprit sparkling-fresh as Veuve Clicquot; wasp-waist, smooth skin fit to fly, cherry lip, cute 'college' eye: eyes that say Louise Théo. Nimble, rapid, pearly-white, fine silk stockings drawn on tight, lacy throat, neat-latticed back; nose so small, so spruce and trim; ringlets on the collar's rim, nodding, ruddy as cognac. Two green eyes go tango-dancing: nothing can be more entrancing than her nose's pert retroussé! Empress, you'd give up your page to compare, for looks and age, with my white and silky pussy. You've not seen her wield the comb, when the royal ringlets come tumbling on la rose épaule! You've not heard the joyful note trilled, when on her arms and throat thick and fresh the soapsuds fall! Sundays! Carefree, negligée, she delights in sounds of day, undisturbed till nine or ten. While the maid is out at Mass, with what joy the lazy lass frowsts in rosy counterpane! Little cap to hide the tresses, lacy-white; two laundered dresses poised above the long-backed seat; high boots' pointed tips, well-glossed, peep at bedside, blithely tossed, jettisoned by tiny feet. Up she bounds all feather-light from her bed. So svelte and white on the horsehair! Not for millions, not for bride of lordly race could I ever trade such grace, nor for sweethearts at cotillions. Now I ring: she's dressed, to admit me for lunch. We gaily eat pair of eggs and perfect steak. Picturesque Chapultepec! Rich wine, one demi-bouteille sends our carriage on its way. Nowhere, from La Sorpresa's entry to the steps of the Jockey Club, is there a Spanish, French, or Yankee lass of such dazzle, dash and duende as the duchess of Duke Job. |
Trans. copyright © Timothy Adès 2001